El conjunto coherente de enunciados con intención comunicativa se conoce como texto. El adjetivo expositivo, por su parte, hace referencia a aquel o aquello que expone (es decir, que pone algo de manifiesto o que lo da a conocer).

El texto expositivo puede ir dirigido al público en general o a un grupo de lectores con intereses específicos. Por eso puede distinguirse entre los textos expositivos divulgativos (que apuntan a un amplio rango de personas y no requieren de conocimientos previos sobre el tema que tratan) y los textos expositivos especializados (los cuales, dado su elevado grado de dificultad, exigen conocimientos previos relacionados con su contenido).
La estructura más habitual del texto expositivo incluye un concepto central junto a un amplio abanico de información complementaria. Asimismo, se suele estructurar a través de una presentación, un desarrollo y una conclusión. Al finalizar su lectura, se espera que el lector haya adquirido nuevos conocimientos gracias a la efectiva presentación de los temas por parte del autor.
La descripción detallada, la comparación de conceptos, los ejemplos y las definiciones son algunos de los recursos lingüísticos más utilizados por la mayor parte de los autores de este tipo de textos. Con respecto al formato en el cual suelen encontrarse, se pueden mencionar las enciclopedias, los manuales, las revistas científicas, los artículos periodísticos e incluso las reglas de un juego de mesa, redactadas en su correspondiente folleto de instrucciones.
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